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Dentro de los factores cognitivos la personalidad, tiene un papel importante en el proceso de evaluación de las situaciones.
Se distinguen varios tipos de personalidad, pero la que más tendencia tiene al estrés sin duda es la que los psicólogos denominan TIPO A.
· Corresponde a aquellas personas que necesitan afirmarse permanentemente a través de logros personales para alcanzar la percepción de auto-control.
· Experimentan una constante urgencia de tiempo que les hace intolerable el reposo y la inactividad.
· Tienen tendencia a la dominación, una profunda inclinación a competir y una elevada agresividad que les induce a vivir en un constante estado de lucha.<!--[if !supportLists]--><!--[endif]-->
· Las enfermedades más frecuentes en estos sujetos son las de tipo coronario, problemas psicosomáticos y síndromes de ansiedad generalizada.
· El patrón de conducta A se adquiere a través del aprendizaje y se puede detectar ya en la adolescencia.
Este patrón de personalidad por supuesto es el más claro candidato al estrés, y al sufrimiento.
Suelen ser sin quererlo su peor enemigo, ya que sus niveles de exigencia personal son muy altos, al igual que su grado de perfeccionismo en todo lo que hacen.
Pero la pregunta más interesante que surge es ¿Se puede cambiar el tipo de personalidad en una persona adulta?
Según los psicólogos NO, pero sí se puede trabajar con ella desde la consciencia y la identificación, para frenar los impulsos aprendidos con la práctica de las técnicas de afrontamiento que disponemos.
Es interesante observar como una personalidad determinada nos condiciona, y como el transcurso de la vida y nuestras actitudes a su vez cierran el círculo y refuerzan nuestra personalidad.
La personalidades tipo A, que son las más proclives al estrés, y otras afecciones fisiológicas, la mayoría de las veces no son conscientes de si mismas y su actitud ante la vida, como ya comenté antes son de lucha, y como todo el que lucha por supuesto lo que desea es vencer en la lucha.
Así se establece la regla de recompensa, es decir, el trabajo bien hecho merece el reconocimiento y premio a la labor. Pero ¿Que pasa cuando la recompensa no llega?, o cuando no es lo que la persona esperaba o necesitaba, o creía justo en función de su esfuerzo. Es aquí donde comienzan los problemas y las frustraciones, y por lo tanto también la mayor afectación física y emocional del individuo.
Cuando el individuo perfeccionista por ejemplo, realiza un trabajo que considera impecable, aspira al reconocimiento y premio, pero la mayoría de las veces ese reconocimiento debido a su nivel de exigencia, no es lo que él se había imaginado o no llega a colmar sus aspiraciones, es entonces cuando un proceso negativo empieza a cambiar sus apreciaciones y actitudes.
Las actitudes que se suelen dar son varias, pero casi todas suelen ser recurrentes.
1.- Luchar aún más y mejor hasta conseguir que el reconocimiento se ajuste a sus expectativas.
2.- Desmoralizarse porque no se considera apreciado por los demás.
3.- Despreciar a los que no han sabido reconocer su esfuerzo y buen hacer.
4.- Auto inculparse porque lo ha dado todo, y al final siempre es igual, la valoración que buscan no llega y comenzar a bajar la autoestima.
5.- Esta baja autoestima, les lleva a re-evaluar su valoración de la realidad que viven y comienzan otra vez en la rueda.
Autor: Karen Nicolle Luna
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